Posee uno de los conjuntos arquitectónicos coloniales más completos y conservados de la isla. Sus calles empedradas, balaustradas de madera, balcones corridos, carros de caballos y la gente afable y sencilla, son rasgos que distinguen Trinidad, Patrimonio de la Humanidad. Verdadero tesoro de las más diversas riquezas urbanísticas y arquitectónicas de antaño.
Declarado por la UNESCO en 1988 Patrimonio de la Humanidad, el Valle de los Ingenios constituye un verdadero museo de la industria azucarera cubana, con 65 ruinas correspondientes a ingenios, casas de verano, barracones y otras instalaciones relacionadas con la fabricación del azúcar. Con el paso de los años, se ha realizado un amplio proceso de restauración y conservación de sus riquezas arquitectónicas y naturales.
Rodeada por notables residencias, la Plaza Mayor constituye el corazón del centro histórico de la villa de Trinidad. El hermoso colorido de las fachadas que contrasta con el rojo de los tejados de las viviendas, distingue a la ciudad y refuerza su estilo colonial.
Constituye uno de los mayores templos del país, con una historia de derrumbes y resurgimientos muy peculiar. Con su estilo arquitectónico neoclásico, la iglesia posee un altar único en su tipo dedicada a la Virgen de la Misericordia y el famoso Cristo de la Vera Cruz original.
Con 45 metros de altura, este conjunto arquitectónico se encuentra situado en la antigua finca azucarera Manaca-Iznaga, en el Valle de los Ingenios. Fue construida en el siglo XVIII con el objetivo de vigilar las plantaciones de azúcar, para evitar la huida de los esclavos. En la actualidad presta servicio como mirador donde los visitantes pueden divisar la extensión de la finca.
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